àngel rodríguez Vilagran
periodista. Girona
VOLVER A LA CHIMENEA
El 1918 el gobierno español aprobaba avanzar los relojes una hora en verano respecto al horario solar. Décadas más tarde, en marzo de 1940, decidía avanzar de forma permanente otra hora. Por lo tanto, en verano los relojes van con dos horas de ventaja en relación al sol, y en invierno una. En pleno mes de diciembre, antes de 1940, a las 4.30 de la tarde, por ejemplo, ya era oscuro, y a mitad de agosto, a las siete, el sol ya se había ido a por otros lares.
Hace falta retroceder en el tiempo para darnos cuenta de la importancia de la chimenea, del “hogar” de casa. En invierno, después de la jornada laboral, la mayoría de personas se reunían a su alrededor. Allí combatían el frío, explicaban como había trascurrido la jornada laboral, rezaban el Rosario, hacían tostadas, y después de cenar, entre frutos secos y vino, narraban historias, leyendas y tradiciones. La chimenea fue para nuestros ancestros el vínculo de unión familiar en las casas por la noche hasta que a mediados de la década de 1960 no se popularizó la televisión en España. Fijaos que no hace tanto tiempo de esto. Nuestros abuelos nos lo podrían contar perfectamente. Bien es cierto que con la popularización de la radio en la década de 1930 nuestros abuelos tenían otro medio de diversión después de cenar, escuchando y siguiendo radionovelas de gran éxito. Pero quien hizo apartar definitivamente la chimenea fue la televisión. Han pasado los años y ahora ¿qué hacemos después de cenar? ¿Miramos la tele? ¿Nuestros hijos están con nosotros en el comedor? La gran mayoría seguro que ya están con sus ordenadores “hablando” por Facebook o Messenger. ¿Cuánto tiempo destinamos por la noche a hablar con nuestros familiares? Es necesario volver a la chimenea como hacían nuestros abuelos. Meditemos.
Ángel Rodríguez Vilagran
(Artículo publicado en El Mensajero de San Antonio, abril 2012)
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