Àngel rodríguez Vilagran
periodista. Girona
EL DEFENSOR
Pedro Salinas (Madrid 1891-Boston 1951) escribió una obra titulada El defensor (Alianza Editorial, Madrid 2002). Aunque la poesía es su parte literaria más conocida, hay algunos ensayos que también lo acreditan como un extraordinario prosista. El defensor es una colección de cinco ensayos escritos durante su exilio en Puerto Rico entre 1942 y 1946. Uno de ellos es «Defensa de la carta misiva y de la correspondencia epistolar ». En él, se dedica a elogiar la carta después de ver en una oficina de correos un anuncio que rezaba “No escribáis cartas, poned telegramas”. Leemos:
“Por atrevido que parezca, yo proclamo este anuncio el más subversivo, el más peligroso para la continuación de una vida relativamente civilizada, en un mundo, todavía menos civilizado. […] Este anuncio quiere terminar nada menos que con ese delicioso producto de los seres humanos, que se llama carta. […] ¿Un universo en el que todo se dijera a secas, en fórmulas abreviadas, de prisa y corriendo, sin arte y gracia? ¿Un mundo de telegramas? La única localidad en que yo sitúo semejante mundo es en los avernos; tengo noticias de que los diablos mayores y menores nunca se escriben entre sí, sería demasiado generoso, demasiado cordial, se telegrafían”.
Hace más de 60 años que Pedro Salinas escribió este texto y sin querer ser gurú ya pronosticó un universo donde imperarían los mensajes de texto de los móviles o incluso del Twitter. Por suerte no estamos en el averno.
Para Pedro Salinas la carta hace a sus destinatarios y remitentes “ciudadanos del mundo”, ya que permite enlazar entre sí a gentes apartadas que viven en aislamiento, en rústicos lugares: “¡Qué de innúmeros vínculos de humano afecto, qué de amor, de comuniones espirituales, de compañerismos del alma, no se salvan ahora por la correspondencia, que antes se perdían!”. Salinas incluso equipara la invención de la carta con otros inventos de locomoción como la rueda o el helicóptero. En un mundo de Facebook, Twitter, o WhatsApp, es interesante ver lo que aporta la carta según el poeta madrileño: “Un entenderse sin oírse, un quererse sin tactos, un mirarse sin presencia”. Salinas cita unas declaraciones del crítico y literario francés Gustave Lansón. Pare éste, la carta “es unos cuantos movimientos de un alma, unos instantes de una vida captados por el sujeto mismo, y puestos en el papel”. ¿Es posible hacerlo hoy en un SMS?
Buzón público que hay en la entrada del ayuntamiento de Girona.
Escribir una carta merece su tiempo: “La carta solicita recogimiento y concentración; el que la emprende tiene que llamar a capítulo sus atenciones dispersas, enfocarlas todas sobre la hoja blanca. Tiene que retirarse a los adentros de su ser, es decir, recobrarse a sí mismo, reconquistar lo que pueda de su desparramada persona para que el otro, el destinatario, le vea bien y le reconozca cabalmente. Es un regreso exquisito a la intimidad; y nada egoísta, además, porque se la dedicamos a un semejante”.
En El defensor, Salinas invita a una noble sabiduría: “estar solos, recogidos en la reflexión, y adelantar espiritualmente por caminos que la pluma va abriendo, hacia una meta perfectamente clara; la persona que aguarda nuestra atención, o nuestro amor, por escrito, allá, a la otra orilla de la carta”. Salinas cree que la carta debe ser escrita a mano ya que la que está escrita a máquina “se lee en menos tiempo y sin ninguna pena”. Añade: “Si el propósito del que escribe es que su destinatario no gaste minutos ni atención en leerle, la máquina tiene ganada la partida”. Tiene razón cuando apunta que “cada cual tiene su letra, la suya, cuando escribe a mano; en la mecanografía ninguno la tiene, todas son de prestado”.
Hay quienes encuentran la personalidad de la persona en la letra. Escribe el poeta: “La letra es un carácter y por lo tanto distingue a un ser, le diferencia de los otros. En la máquina queda abolida esa maravilla de la humanidad: que siendo todos iguales nos distingamos, y de ese distinguirse nazcan hermosas formas de relación con nuestros prójimos”.
Contundente afirmación: “La carta es una abstracción de la persona porque la mano, cuando escribimos, comunica lo que se es con lo que se dice. […] Esa mano, regida misteriosamente por el ir y venir de la sangre en los pulsos, escribirá más o menos claro, con regularidad o sin ella, según el estado de reposo o fatiga de la persona entera, su situación emocional, su serenidad o arrebato”. Una frase categórica: “Gracias a la mano, el punto de acero de la plumilla asciende al honor insigne de estar gobernado por un corazón, de sumarse momentáneamente como un órgano más […] con su acento y rasgo propio”. Feliz escritura.
P.D. En verano os invito a escribir una postal a vuestros seres queridos desde el lugar donde pasáis vuestras vacaciones como si fuera un ritual. Sin prisas. Escogiendo la postal que os parezca más bonita, incluso el sello que más os guste o pensáis que pueda gustar al destinatario. Una postal como esta de Cambrils, una bella localidad turística de la Costa Dorada, en la provincia de Tarragona.
Ángel Rodríguez Vilagran
(Artículo publicado en El Mensajero de San Antonio en tres partes en los ejemplares correspondientes a los meses de julio, agosto-septiembre y octubre de 2013 )
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